Híbridos o eléctricos: ¿por cuál tecnología apostará la región?

El combate contra el calentamiento global y la mitigación de sus efectos forman parte importante de la agenda de la industria automovilística global. De ahí la proliferación de vehículos híbridos y eléctricos en los últimos años.

Sin embargo, las estrategias varían según la legislación de cada región, e incluso de cada país. En Europa, por ejemplo, varios países ya han puesto al 2030 como fecha limite para la venta de vehículos impulsados exclusivamente por motores de combustión interna. La Unión Europea planea reducir las emisiones contaminantes en un 55% para el 2035 y alcanzar la neutralidad de carbono para el 2050.

Noruega incluso ha ido más allá y prevé que en dos o tres años todos los autos nuevos que se vendan en su territorio sean eléctricos, y quizás en 10 años ya no circulen vehículos de combustibles fósiles.

Japón busca algo similar en términos de plazos, pero su apuesta por la sustentabilidad no apunta exclusivamente a los vehículos eléctricos sino a cualquier tipo de energía que no contribuya al calentamiento global.

La Federación Internacional del Automóvil (FIA) anunció que desde el 2026 la Fórmula 1 utilizará combustibles sintéticos en lugar de fósiles, que serán fabricados en laboratorio con materiales sustentables. Esa sería la alternativa para seguir utilizando los dos billones de vehículos convencionales que actualmente circulan en el planeta.

Sin embargo, la realidad en Latinoamérica es distinta por varios factores. Uno es que ningún país de la región es creador de tecnología automovilística en gran escala, sino que solo hay países donde se fabrican modelos originarios de Europa, Asia o Estados Unidos.

Otro es que aún no existe una infraestructura energética lo suficientemente desarrollada y sólida para adoptar una movilidad sustentable. Por un lado, no hay una red eléctrica que pueda admitir miles de automóviles enchufados simultáneamente, y tampoco hay redes públicas o privadas de carga rápida que reduzcan a pocos minutos las varias horas que requiere una recarga de baterías en la red doméstica.

En tal sentido, las marcas que operan en la región han abordado la transición de diferente manera y en diferentes momentos. En el caso ecuatoriano, Toyota fue pionera al introducir su icónico híbrido Prius en el 2009. Su ejemplo fue seguido poco después por Ford con las versiones híbridas de sus modelos Escape y Fusion.

En tiempos más recientes, otros modelos híbridos han tenido buena acogida en el mercado local, y entre ellos se cuentan los Hyundai Sonata e Ioniq, los Kia Optima y Niro, la Chevrolet Tahoe y los Toyota Corolla y Corolla Cross.

Los eléctricos llegaron al país en el 2015 con el Renault Twizy, como una alternativa de transporte urbano individual.  Le siguió el Kia Soul EV, que continúa en el portafolio de la marca surcoreana. En el 2021 también están disponibles los recientemente introducidos Nissan LEAF y Audi e-tron, los BYD E2, E3 y S2 y otros modelos fabricados por compañías chinas más pequeñas.

Aunque la autonomía sigue siendo una debilidad de los autos eléctricos, la argumentación de las marcas que los comercializan es que ofrecen el rango suficiente para cubrir los recorridos cotidianos promedio en entornos urbanos.

Las estrategias son distintas y todas tienen una argumentación lógica. Ante la ausencia de una política gubernamental de largo plazo que trace la ruta a seguir, por ahora son los compradores quienes definen la tendencia en función de sus preferencias. Sin embargo, cabe señalar que en la actualidad los elevados precios de los eléctricos también influyen en su escasa penetración de mercado.

Ante esta situación, los híbridos siguen siendo vistos como el eslabón lógico entre los vehículos convencionales y los eléctricos. Este tipo de vehículos podrían potenciarse con la llegada de la tecnología a la que Nissan denomina e-Power (y sus equivalentes de otras marcas), en las que el pequeño motor de combustión del sistema híbrido solo se utiliza para alimentar al motor eléctrico que impulsa al vehículo, con el consecuente aumento de la autonomía y reducción de las emisiones contaminantes.